Marc A., LEA3, 2010-2011

Quisiera escribir los versos más bellos esta noche,
 pero el poeta nunca se despertó
 y sigo prefiriéndo el mar al arroyo de la montaña.
 Malasaña de día y de noche
 con sol, no lluvia
 (en este caso me da cobijo la casa de América)
 fue una buena amiga.
 A veces (casi siempre) su vecino el Tigre, atestado,
 perdía su serenidad en el arco iris de Chueca.
 En la luz dorada o morada o cromada,
 Madrid se dejaba percibir
 desde Egipto (Debod) o Buenos aires,
 lugares no tan remotos.
 Cosas muy simples quedaron
 grabadas, como símbolos,
 en mi memoria.

 

 

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