De BEATRICE CHIOCCIOLI

“Sostiene Pereira que eran tres hombres vestidos de paisano y que iban armados con pistolas. El primero que entró era un hombre delgado y bajo, con perilla y bigotito castaños. Policía política, dijo el delgadito bajo con aire de ser el que mandaba, tenemos que registrar el piso, buscamos a una persona. Déjeme ver su tarjeta de identificación, se opuso Pereira. El delgadito bajo se volvió hacia sus dos compañeros, dos sicarios vestidos de oscuro, y dijo: ¡Eh, chicos!, ¿habéis oído?, ¿qué os parece? Uno de los dos apoyó la pistola contra la boca de Pereira y susurró: ¿Te basta ésta como tarjeta de identificación, gordito?”

(Antonio Tabucchi, Sostiene Pereira, cap. 24; 1994, Feltrinelli)

Estamos en el verano de 1938: en una Lisboa opresada por la dictadura de Antonio de Oliveira Salazar y en una Europa recorrida por el fantasma de los totalitarismos (en enero, Franco ha asunto oficialmente los cargos de Jefe de Gobierno y de Estado; en febrero, Hitler se ha autoproclamado comandante supremo de las fuerzas armadas; Mussolini y el partido fascista se encuentran en este periodo a sus apogeo), Pereira, un hombre que durante toda su vida se ha dedicado a la redacción de artículos de crónica policial para un importante periódico de la capital portuguesa, se ve ahora encargado de la dirección de la página cultural del mediocre y recién nacido Lisboa.

Al necesitar un colaborador que le escriba necrologías anticipadas para los grandes escritores de la época que podrían fallar de un momento al otro, Pereira toma contacto con el joven Monteiro Rossi, cuyas producciones escritas resultarán todas impublicables a causa de la censura, que no toleraría sus fuerte connotación política contraria a las ideas des régimen (por ejemplo, un artículo absolutamente desacralizador sobre Gabriele D’Annunzio, que había apoyado al fascismo); a partir de la relación de amistad casi paternal y de complicidad que el viejo periodista llega a establecer con éste joven y con su novia Marta (que, entre otras cosas, suportan tanto idealmente como prácticamente a los republicanos en la guerra civil de España), Pereira empezará una intensa lucha interior contra sí mismo, que se concretizará en una profunda crisis de conciencia y en la necesidad impelente, para él, de volver a hacer periodismo, o sea, a decir la verdad.

“Pero yo soy periodista, dijo Pereira. ¿Y pues? Contestó Silva. Pues tengo que estar libre, dijo Pereira, e informarle a la gente de manera correcta. No veo el enlace, dijo Silva, tú no escribes artículos de política, sino te ocupas de la página cultural. […] Imagina que mañana se muera Marinetti, ¿le conoces a Marinetti? Vagamente, dijo Silva. Pues, dijo Pereira, Marinetti es una carroña, empezó cantando la guerra, hizo apología de los masacres, es un terrorista, hizo el saludo a la marcha sobre Roma, Marinetti es una carroña y yo tengo que decirlo. Vete a Inglaterra, le contestó Silva, allá podrás decir todo lo que quieres, tendrás un montón de lectores. […] Me voy a la cama, dijo Pereira, que Inglaterra está demasiado lejos.”

(Cap. 9 – traducción libre del italiano)

El autor no nos deja saber frente a quién “sostiene Pereira” todo a lo largo del relato, si se trata de una corte salazarista que lo está procesando, o simplemente del tribunal de su conciencia, o más bien de el de la Historia. Tabucchi construye su personaje a partir de otro, realmente existido: un periodista portugués que consigue oponerse, a través de su trabajo, a la dictadura de Salazar, por lo que se ve obligado a optar por el exilio y a regresar a Lisboa solo tras la Revolución de los Claveles (1974), viejo y olvidado por todos. El escritor dice haberle soñado un mes después de su muerte, y que éste le había ido contando toda su historia; su papel ha sido el de darle una voz, ocultando su nombre detrás de el de Pereira. Un nombre elegido con cognición de causa, Pereira: “en portugués significa árbol de peras, y como todos los nombres de los árboles de fruta, su origen es hebraica, así como en Italia los apellidos de origen hebraica son nombres de ciudades. De esta forma quería darle un homenaje a un pueblo que ha dejado una grande huella en la civilización portuguesa, y que tuvo que sufrir las injusticias de la Historia.” (Antonio Tabucchi).

Sostiene Pereira, además de una novela histórica, es una película (1995) de Roberto Faenza, con Marcello Mastroianni como actor principal y la música de Ennio Morricone.

– Escena de la película Sostiene Pereira, «Como empieza el fascismo«: http://www.youtube.com/watch?v=dZL4i8_a1XE

De BEATRICE CHIOCCIOLI

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.”

En mi opinión lo mejor, en las obras del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, es el sentido de insatisfacción curiosa que persigue el lector al acabar cada frase. Casi como víctima de un hambre famélico, el que se dispone a seguir con la historia devora las palabras con los ojos, vorazmente, consciente de que tras cada punto final se encuentra algún contenido inesperado. Recuerdo distintamente que lo primero que pensé al empezar Cien años de soledad fueron una serie de preguntas a las cuales solo sería capaz de dar una respuesta terminando el libro: ¿Muchos años después de qué? ¿Cuál pelotón de fusilamiento? ¿Quién es Buendía? Pero sobre todo: ¿qué tiene que ver todo esto con el hielo? Es éste el mecanismo mágico de las historias de García Márquez: no paran de sorprender.

En Cien años de soledad (1967) se cuentan las vicisitudes de los miembros de la familia Buendía, cuyo capo estípites es también el fundador de la ciudad imaginaria de Macondo, en Colombia. De hecho, varias generaciones de los Buendía, incapaces de evitar numerosas desgracias (a menudo provocadas por ellos mismos), son protagonistas de hechos inexplicables y extraordinarios. Hasta que…

Precisamente por su virtud “magnética”, casi mágica, vehiculada por un uso sapiente de las palabras tanto en las narraciones como en los diálogos, el libro es considerado una de las obras en lengua española más importantes de la Historia, y tuvo una notable influencia cultural no solo en los Países hispanófonos, sino en todo el mundo. Para citar un ejemplo no muy conocido pero de gran calidad en este ámbito, la música italiana – que siempre ha sido más bien una transposición de contenido literario y poético en notas, que lo contrario – trajo gran inspiración de Cien años de soledad, así como de otras obras de literatura internacionales, tras la caída del régimen fascista (y, con ello, de la censura): el genovés Fabrizio de Andrè (que, entre otras cosas, tradujo varias canciones de Georges Brassens, dándolas a conocer al público italiano, y llegó a transformar en música The Spoon River’s Anthology de Edgar Lee Masters) se refiere al libro de García Márquez en su canción Sally (1978), en la que habla del personaje de Pilar Del Mar y de los peces de oro fundidos por el coronel Aureliano Buendía en el romance.

Sally (subtitulada en castillano): http://www.youtube.com/watch?v=w5FF4DJf1oI

El grupo de los Modena City Ramblers hasta dedicó a Cien años de soledad casi un entero CD, llamado Terra e libertà (“Tierra y libertad”, 1997; una parte del contenido del disco es un homenaje a la homónima película de Ken Loach sobre la guerra de España, a su vez inspirada por George Orwell); varias canciones recorren los capítulos del libro y la melodía constituye la traducción de la atmósfera de Macondo en música: Macondo Express, Il ballo di Aureliano (“El baile de Aureliano”), Remedios la bella, Cent’anni di solitudine (“Cien años de soledad”)… Además, otras referencias a la producción literaria de García Márquez (L’amore ai tempi del caos, inspirada por el romance del premio Nobel El amor en los tiempos del cólera) y a la de autores distintos (por ejemplo, Luis Sepúlveda, con el cual el grupo colaboró personalmente al fin de rendir dignamente sus palabras en música) están contenidas en el CD.

Terra e libertà: http://www.youtube.com/watch?v=2xEMos_qjMI&list=PL2143CB4CA71CD7FE

Para concluir, en complejo proceso de transposición de las obras literarias en musicales (como de hecho la desde cada arte hacia cada otra, sea ésta fotografía, pintura, cinema…) contribuye a poner de manifiesto unos valores estilísticos extraordinarios y a renovar su importancia en vez de olvidarla con el paso del tiempo, como en el caso del “realismo mágico” que colora las historias de García Márquez. El desafío, para quien se atreve a hacerse creador en esta fase de paso, es el de rendir, justamente, los contenidos de manera igualmente “bella” (o por lo menos, casi como el original), pero bajo otra forma artística.