De BEATRICE CHIOCCIOLI

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.”

En mi opinión lo mejor, en las obras del premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, es el sentido de insatisfacción curiosa que persigue el lector al acabar cada frase. Casi como víctima de un hambre famélico, el que se dispone a seguir con la historia devora las palabras con los ojos, vorazmente, consciente de que tras cada punto final se encuentra algún contenido inesperado. Recuerdo distintamente que lo primero que pensé al empezar Cien años de soledad fueron una serie de preguntas a las cuales solo sería capaz de dar una respuesta terminando el libro: ¿Muchos años después de qué? ¿Cuál pelotón de fusilamiento? ¿Quién es Buendía? Pero sobre todo: ¿qué tiene que ver todo esto con el hielo? Es éste el mecanismo mágico de las historias de García Márquez: no paran de sorprender.

En Cien años de soledad (1967) se cuentan las vicisitudes de los miembros de la familia Buendía, cuyo capo estípites es también el fundador de la ciudad imaginaria de Macondo, en Colombia. De hecho, varias generaciones de los Buendía, incapaces de evitar numerosas desgracias (a menudo provocadas por ellos mismos), son protagonistas de hechos inexplicables y extraordinarios. Hasta que…

Precisamente por su virtud “magnética”, casi mágica, vehiculada por un uso sapiente de las palabras tanto en las narraciones como en los diálogos, el libro es considerado una de las obras en lengua española más importantes de la Historia, y tuvo una notable influencia cultural no solo en los Países hispanófonos, sino en todo el mundo. Para citar un ejemplo no muy conocido pero de gran calidad en este ámbito, la música italiana – que siempre ha sido más bien una transposición de contenido literario y poético en notas, que lo contrario – trajo gran inspiración de Cien años de soledad, así como de otras obras de literatura internacionales, tras la caída del régimen fascista (y, con ello, de la censura): el genovés Fabrizio de Andrè (que, entre otras cosas, tradujo varias canciones de Georges Brassens, dándolas a conocer al público italiano, y llegó a transformar en música The Spoon River’s Anthology de Edgar Lee Masters) se refiere al libro de García Márquez en su canción Sally (1978), en la que habla del personaje de Pilar Del Mar y de los peces de oro fundidos por el coronel Aureliano Buendía en el romance.

Sally (subtitulada en castillano): http://www.youtube.com/watch?v=w5FF4DJf1oI

El grupo de los Modena City Ramblers hasta dedicó a Cien años de soledad casi un entero CD, llamado Terra e libertà (“Tierra y libertad”, 1997; una parte del contenido del disco es un homenaje a la homónima película de Ken Loach sobre la guerra de España, a su vez inspirada por George Orwell); varias canciones recorren los capítulos del libro y la melodía constituye la traducción de la atmósfera de Macondo en música: Macondo Express, Il ballo di Aureliano (“El baile de Aureliano”), Remedios la bella, Cent’anni di solitudine (“Cien años de soledad”)… Además, otras referencias a la producción literaria de García Márquez (L’amore ai tempi del caos, inspirada por el romance del premio Nobel El amor en los tiempos del cólera) y a la de autores distintos (por ejemplo, Luis Sepúlveda, con el cual el grupo colaboró personalmente al fin de rendir dignamente sus palabras en música) están contenidas en el CD.

Terra e libertà: http://www.youtube.com/watch?v=2xEMos_qjMI&list=PL2143CB4CA71CD7FE

Para concluir, en complejo proceso de transposición de las obras literarias en musicales (como de hecho la desde cada arte hacia cada otra, sea ésta fotografía, pintura, cinema…) contribuye a poner de manifiesto unos valores estilísticos extraordinarios y a renovar su importancia en vez de olvidarla con el paso del tiempo, como en el caso del “realismo mágico” que colora las historias de García Márquez. El desafío, para quien se atreve a hacerse creador en esta fase de paso, es el de rendir, justamente, los contenidos de manera igualmente “bella” (o por lo menos, casi como el original), pero bajo otra forma artística.